El regreso de Therion a Chile, en el marco de su “Leviathan Tour III 2024” que forma parte de su trilogía, se convertía en un evento esperado con ansias por todos los fanáticos del metal sinfónico, que le hemos seguido el rastro desde el colegio, y con el estilo, muchos nos iniciamos en el metal sinfónico. En un teatro Cariola, prácticamente a tres cuartos de su capacidad, nos inundaba de regocijo lo que se venía, esta noche de domingo, previo a fiestas patrias en nuestro país.
La apertura de la noche llegaba a las 19:48 hrs, con la presentación de los nacionales Lapsus Dei, quienes aparecieron en una atmósfera de casi completa de oscuridad. El cuarteto chileno se adentró en su show con unos sonidos de bajo que resonaban con una intensidad melancólica, con la grave y desgarradora voz de su nuevo vocalista Martín Morales. Junto a Luis Pinto, con una batería pausada y en momentos eufórica, crearon un ambiente sombrío que se mantuvo a lo largo de su presentación, en compañía de riffs nostálgicos de Rodrigo Poblete.
Con su enfoque en el doom y el progresivo, ofrecieron un espectáculo sencillo en su puesta en escena con algunas canciones como “Colossal”, “Náufragos y “Sea of deep reflections”, sin embargo, lograron capturar la atención del público con la esencia de este género, quienes también añadieron pasadizos a capella y sonoridades tenues. Las voces desgarradoras y la atmósfera del bajo con José Bastías, resonaron profundamente en un público que se mostró expectante desde el inicio. Y, pesar de algunos problemas técnicos, que hicieron que las voces no se escucharan completamente definidas, el cuarteto introducía a esta congregación, en un show de media hora.
La expectativa crecía en el período de descanso, mientras que a las 21:00, envueltos en humo y luces rojas, los siete miembros de Therion, se apoderaban del escenario en Santiago. Bajo un logo característico de la banda en el fondo, mientras los músicos se preparaban para ofrecer un espectáculo que prometía ser épico, aparecía el primer acorde con el clásico “Seven secrets of the sphinx” impactaron a cada una de las almas, pasando por “Crowing of Atlantis”, y “Ruler of tamag” de su última placa. En una puesta en escena teatral que combinaba poder, elegancia, sentimiento y solemnidad por todos sus integrantes.
Thomas Vikström, ataviado en negro, desplegaba su voz con una intensidad que no dejaba dudas sobre su dominio en el escenario, pese a su desgaste vocal. Mientras tanto, las voces femeninas de Rosalía Sairem y la soprano Lori Lewis, elevaban el concierto con melodías que alcanzaban alturas sublimes, envolviendo el ambiente en una atmósfera vibrante, con su performance de cercanía y complicidad.
Hubo momentos emotivos, en que algunos de sus miembros tomaron la bandera chilena, besándola y mostrándola con orgullo frente a todos sus adeptos, en un gesto cargado de simbolismo, que acentuaba el vínculo especial con todos los presentes, quienes
respondíamos con una ola de aplausos, gritos y saltos.
Cada interpretación de Thomas Karlsson y Vidal nos sumergían a las profundidades místicas y ocultas de su universo musical con “Litany Of The Fallen”, “Ninkigal”, “Tuonela” y “Ayahuasca”, que resonaron con una fuerza inigualable, por ser piezas que forman parte
de sus trilogías, mostrando su maestría en cada acorde.
En una conexión majestuosa que se materializaba en cánticos colectivos y manos alzadas al compás de la música, crearon un manto de emoción, que inundaba todo el recinto, demostrando su maestría en combinación con la teatralidad y la musicalidad. Alternando
entre temas épicos y momentos de profunda cercanía emocional, en base a una ejecución, enriquecida con arreglos sinfónicos cautivadores.
A lo largo de la velada, la banda se daba el tiempo de expresar su gratitud hacia los fanáticos chilenos, anunciando que este sería su último tour, antes de una pausa prolongada hasta el 2029. Generando una mezcla de emociones, entre la alegría del momento y la tristeza por la espera, subrayando la magnitud de la ocasión y la importancia de cada instante vivido.
En un espectáculo de dos horas y veinte minutos, la atmósfera de celebración alcanzó su cúspide con temas clásicos y más venerados como “Clavicula Nox”, “Mark of Cain”, “Wine of Aluqah”, “Quetzacoatl” y “To Mega Therion”, siendo este último como uno sus más
conocidos en el mundo del metal, y dentro de los más disfrutados en la jornada.
Temas como “Rise of Sodom” y “Son of the Staves of Time” desataron coros masivos y manos alzadas para el remate, convirtiendo estos momentos en uno de los puntos culminantes, convirtiéndose en una experiencia trascendental, al ser testigos de la habilidad de Therion para fusionar el metal, lo sinfónico, gótico y hasta lo épico.
Viajando por el poder y la emoción, estos suecos no solo celebraron su legado musical, sino que nuevamente forjaron una conexión profunda con su audiencia chilena y latinoamericana, dando un espectáculo inmersivo y teatral, en el que se van con una maleta cargada de coros y euforia por doquier, como alimento para su claustro, hasta su próxima gira 2029.
Por: Daniela Diaz
Fotografías: Cristian Carrasco